Época:
Inicio: Año 1660
Fin: Año 1789

Siguientes:
El lento atardecer del Rey Sol
Expansión colonial inglesa
España, entre Austrias y Borbones
Provincias Unidas: esplendor y declive
El Portugal de Pedro II
Superioridad europea y dominio del Mundo

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

En los años finales del siglo XVII todavía dominaba Europa la Francia de Luis XIV, pese a que una gran coalición agrupada en torno a Inglaterra, España, Austria y las Provincias Unidas (los Países Bajos) se había movilizado decididamente contra el hegemonismo francés durante la Guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697). En ese conflicto -que es también llamado Guerra del Rey Guillermo o Guerra de los Nueve Años- participaron las cinco grandes potencias del Occidente europeo y se combatió a todo lo ancho del mundo, ya que esas monarquías del Viejo Continente (con Portugal) extendían sus dominios por tres quintas partes del globo. Sumando las posesiones ultramarinas de holandeses, franceses, ingleses, portugueses y españoles la cifra de kilómetros cuadrados resultante sería inmensa; pero ni siquiera esas magnitudes serían suficientes para explicar el auténtico peso que aquellos países tenían sobre el resto del mundo. En realidad, en esas décadas finales del siglo XVII los soldados, comerciantes y misioneros salidos de las costas atlánticas de Europa habían llevado a todos los continentes el poder, la religión y los intereses económicos de sus metrópolis, salvo a Australia. Y aún no había en ninguna de estas tierras colonizadas y explotadas por los europeos el menor signo de deseo de romper sus lazos de dependencia. Por otra parte, es un mundo escasamente habitado; sólo la India, China y Europa están relativamente pobladas y en ellas vive más de la mitad de la población mundial. Y uno de los rasgos distintivos de este proceso de europeización del mundo que se inicia a mediados del XVII y abarca toda la segunda mitad del siglo viene determinado por el hecho de que si bien los ingleses, holandeses, franceses, e incluso, suecos y daneses implantan factorías comerciales por todas las costas de África, Asia y América, aún no buscan asentamientos estables para grandes contingentes de colonos. Por eso, en los años iniciales del siglo XVIII, el siglo colonial por excelencia, las Indias españolas son aún, con gran diferencia, las más pobladas y ello a pesar de que las cifras (sometidas, por otro lado, a grandes discusiones entre los demógrafos) eran muy bajas: desde el norte del Virreinato de Nueva España (México) hasta la Tierra del Fuego, serían unos 8.000.000 los pobladores, de ellos un 10 por 100 peninsulares. Los territorios franceses del Canadá y la Luisiana -el gran arco que se extiende entre el Golfo de México y la península del Labrador, con todo el valle del Mississippí- apenas sumarían unos cientos de miles de indígenas y no más de 25.000 colonos. Y las trece colonias inglesas aún no han iniciado su espectacular desarrollo demográfico dieciochesco: en torno a 1710 serían 350.000 los europeos y esclavos negros a los que habría que sumar una población indígena, en franca recesión desde comienzos del siglo anterior, que no llegaría al medio millón.
Ahora bien, en los últimos años del XVII y primeros lustros del XVIII se inicia una nueva etapa histórica, marcada, entre otros aspectos, por el creciente protagonismo que habrían de adquirir los territorios coloniales en la vida de las metrópolis. Y, como presagio de lo que acabaría sucediendo a finales de ese siglo, será cada vez mayor la importancia económica y el peso demográfico de las colonias británicas de las costas norteamericanas sobre el devenir de Europa. Pero hasta esas primeras décadas del siglo XVIII habían sido pocos los colonos europeos -en su mayoría, exiliados religiosos- que habían mostrado intención de quedarse definitivamente en esos nuevos mundos. En realidad, la fase posibérica de colonización se había caracterizado por el enfrentamiento entre los países europeos por el dominio de las rutas y los enclaves estratégicos ultramarinos que permitieran el control de la explotación de los productos y los mercados coloniales. De tal manera que entre 1640 y 1730 se multiplicó por siete el número de barcos mercantes que comerciaban entre Europa y Asia (Duchhardt). Pero todavía no se buscan colonias de poblamiento.